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Turismo rural

Cómo convertir una granja familiar en un refugio contemporáneo, sin que pierda su esencia

Lo que en los años 70 fue una bulliciosa granja porcina, hoy es un rincón de calma y diseño. Luscofusco es el nombre del proyecto de turismo rural impulsado por Vanessa Lado y Valentín Amigo, dos emprendedores que decidieron convertir el legado familiar en una experiencia única de alojamiento.

Faro de Muxia

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El nombre, que evoca el mágico momento entre la luz y la sombra al atardecer, ya deja entrever que se cuida cada detalle. Todo comenzó durante la pandemia. "La idea llevaba tiempo rondando nuestras cabezas, pero no encontrábamos ni el momento adecuado ni la persona indicada para arrancar", explica Valentín. Fue gracias a un arquitecto, amigo de un constructor conocido, que el proyecto cobró vida. "Al llegar a la finca, le dije que siempre había querido hacer algo aquí, aunque todos me decían que sería casi imposible. Pero él vio potencial y nos animó a intentarlo".

Tras revisar normativas y presentar la documentación, se concedieron las licencias necesarias. Las obras comenzaron en 2023, aunque no sin complicaciones: el mayor reto fue la falta de suministro eléctrico estable, con caídas de tensión que impedían incluso encender varios electrodomésticos a la vez. "No podíamos seguir así, así que hicimos una instalación completa de es solares con baterías. Ahora funcionamos al 100% con energía fotovoltaica", explica Vanessa.

La finca, situada a unos 10 kilómetros del núcleo familiar, había sido comprada por el abuelo de Valentín en los años 70. "Buscaba un lugar que pudiera surtir al restaurante y a la carnicería familiar. Aquí encontró una finca grande, con manantial propio, algo muy raro entonces. Solo faltaba la electricidad, que en aquel tiempo no era tan determinante", sonríe Valentín.

Una anterior granja porcina

Durante décadas, funcionó como granja porcina, albergando hasta 800 cerdos y unas 80 madres reproductoras. La explotación cerró sus puertas en 2019, coincidiendo con el impulso definitivo al nuevo proyecto turístico. "De los más de 1.000 metros cuadrados que había construidos, nos quedamos con unos 460 m² rehabilitados. El resto se demolió para integrarnos mejor en el entorno".

Hoy, el espacio se ha transformado en un conjunto de seis apartamentos rurales, de 40 m² cada uno, completamente equipados y diseñados para ofrecer descanso, intimidad y conexión con el paisaje.

Cada apartamento lleva el nombre de una playa del ayuntamiento de Muxía y están disponibles todo el año, no solo en temporada alta. "Queremos que la gente también descubra el encanto de Galicia en invierno", explican.

Los precios oscilan entre 180 y 220 euros por noche, dependiendo de la temporada y del número de noches. Las reservas actuales se reparten casi al 50% entre turistas gallegos y visitantes extranjeros, especialmente alemanes.

A pesar de que el proyecto todavía está despegando, la acogida ha sido muy positiva. "Nos llegan comentarios muy bonitos, la gente se sorprende de lo especial que es el sitio. Y eso nos llena de alegría, porque detrás hay mucho esfuerzo", dice Vanessa.

"Verlo terminado es un sueño cumplido. Nos dio muchos quebraderos de cabeza al principio, pero ahora es una alegría. Ha sido una forma de recuperar nuestras raíces y darle a este lugar una nueva vida". Es un proyecto que transforma, pero no olvida.

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